Yupica ve a Luis Barragán
Juan Palomar
Los años cumplen su arduo, severo trabajo. Las calles varían, los itinerarios cambian, las edificaciones mudan de piel, desaparecen, algunas perduran. Existe en Tacubaya una casa cuya ánima logra convocar las más potentes visiones, las epifanías cotidianas, las lecciones de la habitación llana y frugal. Es el número 14 de la calle Francisco Ramírez; el autor y habitante de la casa se llamó Luis Barragán. Esta casa es un inapreciable patrimonio mundial.
La casa ha sido materia de incontables visitas, miríadas de particulares asociaciones. De una misteriosa manera ha sido incorporada a las más disímbolas miradas, se ha acordado a incontables conciencias. La casa navega bajo cielos cambiantes, paga su cuota por durar, por continuar siendo ella misma, y siempre otra.
Y apareció un día Yupica.
Construir en su mente, y en su corazón, su muy particular visión de una casa que es, literalmente, inabarcable: no cabe ante ninguna mirada y llega a los sentidos como una vasta totalidad. Los espacios, su particular manera de atravesar el tiempo, las huellas de la usura de las estaciones, el pródigo jardín de los milagros, la solar terraza de la azotea, los íntimos rincones que llevan al observador, de manera inesperada, a ciertos pasajes de sus vidas, a inefables recuerdos, a vívidos, novísimos proyectos frente a un siempre incierto porvenir. Ese es el proyecto de Yupica.
Este artista japonés se avocó a relatar en este video de doce minutos la historia universal de la casa de Tacubaya. Porque bien sabe que las casas no son simplemente ladrillos y piedras: son la muy invisible suma de instantes frente al tequila que reunía a Barragán y amigos, los que fijaron indeleblemente las meditaciones de un arquitecto solitario, los de los invitados de elección. Se oían a veces poemas o epigramas, se danzaba en la terraza de la azotea, se hacía funcionar los múltiples tocadiscos con músicas que todavía están presentes. Y luego las sombras: horas y más horas registrando el paso del sol sobre la casa, el leve vuelo de las hojas, la piel de unas plantas. Y luego la emergencia de extrañas criaturas que, como en un azaroso juego, son una reunión inextricable de trazos, convergencias, fugas, desmaterializaciones. ¿Será tal vez el ánima del arquitecto lo que en esos juegos se convoca?
En cuanto a la música, que constituye otra pieza central en este acercamiento al documental: compositor y productor de música electrónica, Chimi Jo crea sus propios universos sonoros a partir de grabaciones de muy diversa índole: sampleos de juguetes, cajas, rechinidos, animales, instrumentos del mundo, grabaciones antiguas y mucho más. Con ello genera cajas de ritmos, loops y samplers, atmósferas que parecieran venir de realidades paralelas, a la mitad del camino entre lo popular y lo experimental. Su formación académica en la UNAM, su residencia artística en Indonesia y su pasión por el jazz y las percusiones, han sido sus principales detonadores creativos.
Dado que su música es un "estimulador visual" ha colaborado con diversas disciplinas: teatro, videoarte, danza, instalación, cortometraje, animación. Destaca su alianza con Yupica y Studio Chirika, con la cual ha generado a lo largo de cinco años, decenas de videos e instalaciones, así como presentaciones musicales en vivo. Esos son los antecedentes con los cuales el compositor enfrentó el reto de Chirika…y de la casa de Luis Barragán.
Visitaciones, desvelos, búsqueda de luces distintas, de texturas y sombras que aparentemente son conocidas y siempre son otra cosa. Ya que la casa es inasible, Yupica ha jugado, muy en serio, a recorrer todas sus evocaciones y a dejar el registro. Y el artista se aseguró de que su trabajo incidiera profundamente en el ánimo de quien junto con él, esté en la casa de Luis Barragán.
20 de abril 2021
Juan Palomar
Los años cumplen su arduo, severo trabajo. Las calles varían, los itinerarios cambian, las edificaciones mudan de piel, desaparecen, algunas perduran. Existe en Tacubaya una casa cuya ánima logra convocar las más potentes visiones, las epifanías cotidianas, las lecciones de la habitación llana y frugal. Es el número 14 de la calle Francisco Ramírez; el autor y habitante de la casa se llamó Luis Barragán. Esta casa es un inapreciable patrimonio mundial.
La casa ha sido materia de incontables visitas, miríadas de particulares asociaciones. De una misteriosa manera ha sido incorporada a las más disímbolas miradas, se ha acordado a incontables conciencias. La casa navega bajo cielos cambiantes, paga su cuota por durar, por continuar siendo ella misma, y siempre otra.
Y apareció un día Yupica.
Construir en su mente, y en su corazón, su muy particular visión de una casa que es, literalmente, inabarcable: no cabe ante ninguna mirada y llega a los sentidos como una vasta totalidad. Los espacios, su particular manera de atravesar el tiempo, las huellas de la usura de las estaciones, el pródigo jardín de los milagros, la solar terraza de la azotea, los íntimos rincones que llevan al observador, de manera inesperada, a ciertos pasajes de sus vidas, a inefables recuerdos, a vívidos, novísimos proyectos frente a un siempre incierto porvenir. Ese es el proyecto de Yupica.
Este artista japonés se avocó a relatar en este video de doce minutos la historia universal de la casa de Tacubaya. Porque bien sabe que las casas no son simplemente ladrillos y piedras: son la muy invisible suma de instantes frente al tequila que reunía a Barragán y amigos, los que fijaron indeleblemente las meditaciones de un arquitecto solitario, los de los invitados de elección. Se oían a veces poemas o epigramas, se danzaba en la terraza de la azotea, se hacía funcionar los múltiples tocadiscos con músicas que todavía están presentes. Y luego las sombras: horas y más horas registrando el paso del sol sobre la casa, el leve vuelo de las hojas, la piel de unas plantas. Y luego la emergencia de extrañas criaturas que, como en un azaroso juego, son una reunión inextricable de trazos, convergencias, fugas, desmaterializaciones. ¿Será tal vez el ánima del arquitecto lo que en esos juegos se convoca?
En cuanto a la música, que constituye otra pieza central en este acercamiento al documental: compositor y productor de música electrónica, Chimi Jo crea sus propios universos sonoros a partir de grabaciones de muy diversa índole: sampleos de juguetes, cajas, rechinidos, animales, instrumentos del mundo, grabaciones antiguas y mucho más. Con ello genera cajas de ritmos, loops y samplers, atmósferas que parecieran venir de realidades paralelas, a la mitad del camino entre lo popular y lo experimental. Su formación académica en la UNAM, su residencia artística en Indonesia y su pasión por el jazz y las percusiones, han sido sus principales detonadores creativos.
Dado que su música es un "estimulador visual" ha colaborado con diversas disciplinas: teatro, videoarte, danza, instalación, cortometraje, animación. Destaca su alianza con Yupica y Studio Chirika, con la cual ha generado a lo largo de cinco años, decenas de videos e instalaciones, así como presentaciones musicales en vivo. Esos son los antecedentes con los cuales el compositor enfrentó el reto de Chirika…y de la casa de Luis Barragán.
Visitaciones, desvelos, búsqueda de luces distintas, de texturas y sombras que aparentemente son conocidas y siempre son otra cosa. Ya que la casa es inasible, Yupica ha jugado, muy en serio, a recorrer todas sus evocaciones y a dejar el registro. Y el artista se aseguró de que su trabajo incidiera profundamente en el ánimo de quien junto con él, esté en la casa de Luis Barragán.
20 de abril 2021
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Vista de la presentación en la casa estudio Barragán 2021